martes, 5 de octubre de 2010

No quiero partir sin ti…

Las luces se apagaron y por fin pude ver tu rostro a través de la ventana, diciéndome diviértete, vive, apresurate, yo estaré aquí esperándote.

Tu sonrisa reflejaba tanto amor, me decía que me extrañabas en ese momento como siempre, y que pronto encontrarías la forma de extrañarme como nunca.

Yo sonreí de vuelta, mi amor. Te dije adiós con la mano y me recargué en el asiento para no volver a mirar atrás.

El reloj digital me miraba de frente, gritando que pronto correrían las horas sin ti. Acusándome de atarlas y hacerlas eternas con mi espera, con mis ansias de comerme el mundo.

Y precisamente me ensimismé en el pensamiento de que puedo comerme al mundo. Y así te fui perdiendo diario…

Soy tan egoísta, hoy me doy cuenta. No sé cómo se puede amar a alguien que piense que eres una pérdida de tiempo.

Es que sí lo eres, lamentablemente, mi amor. Eres una pérdida de tiempo para mi escuela, para mi voleibol, para mi trabajo, para mis viajes, para mi familia. Porque pierdo el tiempo contigo.

Pero al sacrificar ese tiempo contigo, termina siendo más valioso que aprovechar el tiempo en lo que debería de estar haciendo. Y mis obligaciones, mi futuro, es mi mundo.

Por eso he descubierto que tú eres mi mundo.

Porque el día que parto sin ti,

se pierde el calor de los días, por más sol que haga;

se pierde la risa en la conversación, por más chistes que cuente;

se pierde la diversión en los juegos, por más montañas rusas que monte;

se pierde el arco iris en el cielo, por más colores que pinte;

se pierde el significado en los libros, por más palabras que tengan.

 

No me dejes partir sin ti de este mundo,

porque si lo hago, realmente moriré.

 

 

Todo me amenaza en este mundo,

todo me lastima en esta vida,

pero sólo tú, mi amor, tienes el poder de doblegarme…

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