domingo, 21 de diciembre de 2008

Quizá...

Tal vez sólo fue un muchacho…Un muchacho guapo y lindo, con una muchacha abandonada y desauseada, jugando al gato y al ratón por pasar el rato y tener algo que contar…Bueno, no se le puede culpar, la vista engaña a veces donde hay llamas y el traicionero fuego y su invisible calor se extinguen por falta de alimento. Pero las cenizas siempre quedan ahí, ¡ay! Desgraciadas cenizas que van llenando poco a poco el frasco de mi pasión, éste pronto se llenará y sin espacio me dejará para amar. Pero bendita sea la hora que jugamos a perseguirnos para amarnos, a buscarnos para escondernos, a acercarnos para sentirnos… Si tuviera forma de hacerte saber que en ti encontré ese sentimiento que no esperaba volver a toparme, el de sentirme respirar nuevamente, hacértelo saber sin descifrar el código que nos mantiene en este juego entre el sí y el no. Y al verme frente a ti entre tanta desolación y desesperanza, me forzó a descubrirme a mí misma y a cómo solía endulzar cada momento.



¡Santas lágrimas las que se atrevieron a rodar por mi rostro al darme cuenta de mi precioso hallazgo! Tan atesorado y bien guardado le tenía, que simplemente mi mente me jugó el truco de hacerme creer que había dejado la combinación en el olvido, cuando en realidad lo que debería haber buscado entre esta estúpida confusión era una llave… esa que se esconde en tus rulos castaños, tu mirada penetrante, tu suave piel y tu consoladora sonrisa. ¡Dios mío! Concédeme sólo una cosa para navidad, sólo una que te pido. Que la intención de esos adorados ojos cafés fuera el seguirme los pasos, pero yo sé que su intención no puede manifestarse peor que la mía… Mi incansable perseverancia de ponerle una bola de estambre enfrente al gato, para ver si se anima a jugar, pues al ratón ya no tuvo interés de atrapar. ¡Pártame un rayo si lo que vos queríais hubiese sido menos de lo que yo! En otro tiempo quizá, en otro lugar quizá, en otra vida quizá…

martes, 16 de diciembre de 2008

Hermosa Soledad



Hermosa soledad,
no me acompañes,
que ingrata me deja tu compañía.

Cuando me veas en desesperación ahogada
y sin escapatoria al mundo,
que rueda veloz
y aunque le ruegue no se digna parar;
entonces, sí, esconde mis lamentos
envuélvelos en tu largo y fugaz,
dulce y amargo abrazo protector.

Llévame donde sólo existes tú
y en ti vivo yo.
Donde el simple deseo me vuelve dueña de cualquier placer.

Ahí podré jugar con tu hija, la imaginación,
y juntas sumergirnos en un mar de colores, olores y sabores,
donde sobra la inspiración
y nos falta la razón.

Enturbias las horas,
cuando dentro de tu manto encuentro la oscuridad,
pero en sí es sólo reflejo de mi desdicha,
que al final modelo para cubrir de felicidad.

Ama eterna de mis pensamientos,
niñera de mis lamentos,
asesina de lo superfluo y lo real,
conciencia ambiciosa y perseverante;

todo eso y más
te haces merecer llamar,
pues contigo soledad,
mi mundo encuentra la paz.

Zoar De León


lunes, 1 de diciembre de 2008

Donde el viento descubrió mi amor

Iba a la mitad del camino. Mis pies ya no quisieron avanzar. Cuando atravesé las altas rejas de la cerrada, pensé que todo había terminado. Pero ese incesante hormigueo por fin me venció, volteé atrás...Me di cuenta de que no me había despedido.

En ese momento, dejó de importarme todo mi alrededor. Me desmoroné en pensamiento y alma. Me quite los tacones negros y salí corriendo, corriendo como jamás lo hice. Crucé la calle, sólo escuché el remoto sonido de un claxon y un griterío de palabras confusas. Esas puertas estaban abiertas de par en par, invitándome a entrar, apurándome a quedar dentro. Las atrevesé.

Un grupo de señores de mediana edad jugaban cartas a mi izquierda. Ami derecha niños corriendo y jugando a la traes. No me miraron, ¿porqué habrían de hacerlo?, sólo era una loca más, corriendo descalza por la calle a toda velocidad para finalmente desvanecerme girando a la izquierda.

Corrí y corrí, sólo con el sonido de mis tacones topando unos con otros. Ahí estaba su casa. Y mientras me ponía los tacones enfrente de aquél edificio acusador y temible, sólo pude escuchar mi respiración agitada y constantemente me preguntaba qué hacía allí.

Recuerdo que era una tarde nublada, no había viento. Pareciese que los árboles me veían con ojos atentos a mi siguiente movida después de la corredera que me había aventado.

No hay timbre. Toco la puerta. No hay respuesta. Toco otra vez. ¡Abran de una vez! ¡o huirá mi valor y me quedaré indefensa! ¿Porqué corrí de esa manera?¿Porqué estaba tan agitada? No corri distancia que no hubiera corrido anteriormente. Entonces me lo dijo otra vez, me susurró bajo y lento al oído, esto es amor.

Fue un susurro apenas audible, interrumpido por el chirrido de la orgullosa puerta de madera, al fin resignándose a mostrarme el interior de aquella casa. Seguía tan presente esa misma calma que hace unos minutos había sido interrumpida por su llanto y tal vez algunos platos rotos.

-¿Quién busca?
-¿...?
-¿De parte de quién?
-Z...zoar.

Si pensaba que la casa era acusadora, ahora esa mirada lo era mucho más, me hacía sentir con ganas de volver mis pasos, pero aún así no me moví... quería verlo. Sus enfadados y resignados ojos me abrieron paso al fin.

Y le observé, ahí parado frente a mí estaba. Observé como el poco tiempo en que había estado sin compañía, sus ojos habían estado luchando contra ese mar dentro de él que de un momento a otro pensaba estallar.

Y mis piernas por fin indecisas se movieron hacia él. A mi izquierda la cocina, a mi derecha una linda sala y unas escaleras de madera. Después sabría a donde llevaban, por el momento, solo estuve ahí en ese pequeño lobby, si así se le podía llamar.

Descalzo, desaliñado y despeinado. Su estado no se veía del nada bien.Pero aún debajo de toda esa piel y ese delgado cuerpo, su exterior reflejaba poco de lo que interior estaba lidiando en esos momentos. Tan indefenso, aún más de lo que yo me sentía en ese territorio extraño. Mil pedazos o tal vez más de su corazón tirados en la basura. No los conté, porque en ese momento regresé a la realidad.

No recuerdo mis exactas palabras. Solo recuerdo que balbuceé que había corrido hasta ahí para despedirme. Ahora se escucha tan estúpido, aún no sé como mi mente pudo haberme hecho esa jugada. Tuve un gran impulso y sin pensarlo más, antes de que me diera cuenta ya lo tenía arropado entre mis brazos. Un abrazo de protección, sin más propósito que el de consolarle y decirle que yo estaba ahí, si esque eso le hacia sentir mejor. No había malicia, lástima o deseo dentro de aquél momento. Lo que sí había era un profundo sentimiento de atracción, dos almas envueltas en la misma pena. Dudo si él lo habrá sentido también, pero para mí hasta el suelo tembló.

¿Cómo fue que alguien como él terminó así?

De nuevo ese susurro traído por el viento me golpeó la cara. No sería, la segunda vez, ni la tercera o la cuarta. Sabía que era amor, palabra tan fuerte, que me asustaba, de tantos recuerdos que me traía. Amor reprimido, que ahora sentía el destino a su favor y quería brincar de alegría. Y el mismo obstáculo que me había hecho alejarme, era el mismo que nos unía en ese prolongado abrazo.

Tanto tiempo le tuvo preso, pero ahora, ahora estaba libre, libre por fin. Entonces mi corazón comenzó a latir muy fuerte, creo que él también lo sintió. Me llenaba de tantos sentimientos a la vez que en lugar de ayudarme el pensar, me confundía y me hacía perderme entre tanta pasión.
Culpa, para empezar, pues como podría vivir sabiendo que me aproveché de él en su momento más débil. De segunda, celos, ¿porque si ella fue quien lo dejó, le seguía llorando?, ella no se merecía sus lágrimas y él no se merecía tal maltrato. Después, tristeza, sabiendo que tal vez, el jamás me llegaría a querer tanto como la quizo a ella. Pero sobretodo amor, y ese amor era del puro, sin lujuría, sin codicia, sin deseo, sin envidia. Así que, tras tal confusión, finalmente di por vencida la idea de pensar en lo que sucedía y me dediqué a sentir la situación.

Separándonos, inmediatamente recobré mis sentidos y me pregunté qué hacía allí. Debió ser una estupidez regresarme y casi ser arrollada sólo por no haberme despedido de él. Quería salir, huir. ¿Pero a dónde? ¿Cómo se lo explicaría? Empecé a balbucear otra vez, lo primero que se me venía a la mente. No podía sostener su mirada. Ésta me depertaba otra vez la confusión y me invitaba a la perdición.

Pasamos a otro tema, después de haber estado en un ambiente tenso y callado con sólo murmuros como gracias y perdón. Volteando al piso, pudo ver mis zapatos de tacón, fue entonces que me invitó a sentarme en su sala.

Se sentó un poco alejado. A medida que fueron pasando las horas, terminamos sentados uno justo al lado del otro. Recuerdo muy bien que en un pequeño lapso en que dejé de hablar su estómago anunció que era hora de la cena.

-Tienes hambre, yo lo sé.
-¿Mi panza es tan obvia?

Estas palabras, por más simples que fueron, me hicieron sonreír de nuevo. ¡Ay! Una sonrisa sincera que hace mucho no practicaba...

Comió junto a mí. (Como un "rumiante" según él) ¿Se habrá notado en mi cara la ternura con la que le miraba?

Y ahí sentados, sin darnos cuenta, nos dieron las 10. Tocaron a la puerta.

- Vengo por Zoar.

Su papá volteó y estábamos tan pacíficamente hundidos en el sillón que me dió pena tener que abandonar ese hermoso lugar que tan temible me había parecido al principio, pero tan lleno de esperanza resultó estar.

-Bueno, ya me voy.

Nos dimos un beso en la mejilla y pasé mi brazo por su hombro y su cuello. Él me abrazó con ambos brazos y así descubrí que mi visita no le había incomodado. Le abracé yo también completamente. Sin saber qué decir.

- Ya. Come eh.
-Tengo que comer.

Saliendo, volví la mirada. Ver que sus ojos ya no estaban rojizos, su cabello no tan despeinado y su aspecto no tan desaliñado, me dijo que mi visita no había sido en vano. Y eso me bastó para sentirme feliz toda la noche.

Soñé con él, no recuerdo qué, sólo estoy segura que fue un hermoso sueño, tan segura como que ese día se quedará marcado en mi memoria por el resto de mis días...